4.00am. Grrrr. Tu barriga empieza a hacer sonidos extraños pidiéndote a gritos que vayas a la cocina y ataques inmediatamente la nevera. Esos famosos ataques nocturnos, dulces y salados, que todos hemos tenido alguna vez. Snacks entre horas que se van un poquito de las manos. Acabar de comer con postre incluido y volver a tener hambre al poco rato. ¿Te preguntas por qué ocurre esto? Calma. No se trata de ningún hechizo ni de ningún problema grave. Te contamos los motivos por los que comes, comes y comes y no consigues saciar tu estómago.
La magia de desayunar correctamente
Desayunar bien es imprescindible para darle energía y vida a tu cuerpo durante todo el día. Y es que, aunque no lo creas, todo comienza en el desayuno. Levantarte, darle dos tragos a un zumo de naranja e irte directa al trabajo afecta a tu cuerpo más de lo que crees. Este necesita una dosis de proteínas, grasas buenas e hidratos de liberación lenta para darle inicio al día y saciar a tu estómago rebelde. Un yogur de soja acompañado por una capa de copos de avena, una onza de cacao puro y fruta o una tostada de salmón con aguacate son dos ideas de desayuno que mimarán tu estómago y le aportarán a tu cuerpo los nutrientes que necesita.
¿Qué puedo comer durante el resto del día?
Si eres fan de las ensaladas, te va a encantar leer esto. Las verduras de hoja verde le aportan a tu cuerpo la fibra, vitaminas, minerales y antioxidantes que necesita. Además, conseguirán que te sientas más lleno/a sin apenas aportarte calorías. Acompáñalas de proteínas como la carne o el pescado y verás como poco a poco empiezas a notar que esa sensación de ansiedad por comer va disminuyendo.
¿Quién no pica entre horas? Snack por aquí, snack por allá. Antes de “pecar” y atracar la nevera es importante que sepas que hay alimentos como las galletas o las barritas de cereales, que tanto nos gustan, contienen carbohidratos procesados que no son buenos para tu alimentación. Sustitúyelas por un cóctel de frutos secos, ¡ñam! Además de cuidar de tu salud, harán que te sientas llena durante más tiempo.
Evita el exceso de refrescos
Acabar de trabajar y tener unas ganas infinitas de beberte un refresco bien fresquito, ¿te suena? Pero, créenos, las bebidas azucaradas son una fuente de gas repleta de calorías vacías que no le hacen ningún bien a nuestro organismo. Además, su elevado contenido en glucosa es capaz de engañar a nuestro cerebro para que la leptina, la hormona que provoca la sensación de saciedad, no trabaje correctamente y tengas ganas de comer más y más alimentos, incluso estando lleno/a.
Recuerda que, para mantener hidratado tu cuerpo y tu piel, es recomendable beber de 2 a 3 litros de agua al día. Así también contribuirás a que el hambre disminuya, ya que en muchas ocasiones la sed se confunde con la sensación de tener hambre.
Estrés, nuevo principal enemigo
¿Cuánto tiempo hace que he comido? ¿Realmente tengo hambre ahora mismo? El día a día está lleno de momentos y situaciones estresantes, vamos de aquí para allá, comemos comida fácil y rápida de preparar… No somos conscientes de que el estrés es una señal de alarma de nuestro cuerpo. Un estado alterado, nervioso y ansioso en nuestra mente puede atacar directamente al hambre. El hipotálamo, el encargado de generar la sensación de hambre cuando nos hace falta una dosis extra de energía, se inestabiliza en el momento en el que la ansiedad se hace un hueco en nuestra vida. Por lo que sus señales pueden ser confusas y conseguir que nos dejemos llevar por el impulso, sin pensar si la sensación de hambre es real. Cuando sientas esa sensación de «atracón emocional» cálmate, cuenta hasta veinte, bebe un vaso de agua, cierra los ojos y respira. La tranquilidad y aprender a comer bien es la clave para saciarte en tus comidas.